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¿Estamos perdiendo el norte?

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Por desgracia, es habitual oír hablar de la desaparición de las bibliotecas. Hay una parte de la sociedad, entre ellos nuestros dirigentes políticos, que se cuestionan su utilidad; se plantean si en la era de internet, teniendo la inmediatez de Google, Netflix y otras aplicaciones similares a nuestro alcance, son realmente útiles y necesarias las bibliotecas. Pues bien, creo que es misión de los bibliotecarios, una vez más defender el valor y la importancia que las bibliotecas tienen en nuestra sociedad, y conseguir darle la vuelta a estos problemas a los que se enfrentan.

Las bibliotecas están en constante cambio, lo creamos o no, tanto los servicios de las bibliotecas como los materiales que ofrece, se adaptan a las necesidades del lector. Es posible que estos cambios no se produzcan al ritmo que desearíamos, pero no podemos negar que llegan.

Últimamente estamos viendo en prensa o en redes sociales grandes bibliotecas, arquitectónicamente espectaculares, pero no siempre se diseñan pensando en la función principal de la biblioteca, prestar libros, o mejor dicho, prestar información. No es suficiente con crear espacios amplios, cómodos y atractivos para los lectores, que también. Necesitamos libros, en el formato que sea, y estos, junto con otros recursos (música, películas, series, juegos…) deben estar presentes en la biblioteca, de hecho deben ser el eje central.  Cuando vemos estas espectaculares bibliotecas futuristas de las que hablábamos, debemos plantearnos si realmente cumplen con su principal función, la de ser biblioteca.

Las bibliotecas públicas, suelen ser mucho más modestas que estos grandes proyectos, y tienden a contar con algunos problemas añadidos: por una parte suelen tener un ajustado presupuesto, con el que tienen que hacer equilibrios para cumplir con las necesidades de los lectores; por otro tienen que dar servicio y disponer de material para todo tipo de lectores, amas de casa, estudiantes, jubilados, niños… todos deben encontrar lo que necesitan y sentirse cómodos en un mismo espacio, muchas veces no lo suficientemente grande.

 

Pero resulta que en el medio está la virtud. No podemos cerrarnos en banda a los cambios, deseando que todo se quede como está. Pero tampoco podemos aceptar cualquier novedad como buena. Los bibliotecarios una vez más debemos actualizarnos, “sin perder el norte”, y para esto, creo que no hay nada mejor que tener presentes las cinco leyes de Ranganathan.

  1. Los libros están para usarse
  2. A cada lector su libro
  3. A cada libro su lector
  4. Hay que ahorrar tiempo al lector
  5. La biblioteca es un organismo en crecimiento

En realidad, actualizarnos siguiendo unas leyes que tienen casi noventa años puede sonar cuanto menos extraño, pero plasman de forma sencilla y directa lo que debe ser una biblioteca. Es por ello, que por mucho que avance la tecnología, la flexibilidad de estas cinco normas hace que estén muy vigentes en el día a día de nuestras bibliotecas.

M. García González

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