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Tribuna de opinión publicada por Educación 3.0 en su edición impresa.
Varios Gobiernos autonómicos han anunciado su intención de limitar el uso de dispositivos digitales en el aula. Una medida que ha reabierto el debate sobre los beneficios e inconvenientes que los acompañan.
Más allá de prohibir o permitir, el enfoque es cómo se usan y con qué propósito. Es decir, distinguir entre cuándo se emplean con fines lúdicos y cuándo con propósitos formativos. No es igual utilizar el móvil para entrar en las redes sociales, que emplear una tableta para realizar actividades de comprensión lectora, o un ordenador para aprender de robótica y lógica matemática.
Bien utilizados, los dispositivos digitales son herramientas poderosas para transformar el aprendizaje y preparar al alumnado para un futuro digital inevitable. Instrumentos al servicio del plan curricular y cuyo valor depende del contenido y del enfoque pedagógico con el que se integran en la educación.
La UNESCO y la OCDE avalan su valor en el aula. Los vídeos, simulaciones y contenidos interactivos enriquecen la enseñanza y optimizan la experiencia formativa, abriendo un nuevo horizonte de oportunidades de aprendizaje. En este marco, en diciembre de 2024, China anunció que la IA será materia obligatoria para todos los estudiantes de primaria y secundaria. El objetivo: formar a 100 millones de jóvenes en la tecnología que definirá el siglo XXI.
Las pantallas no sustituyen al docente -ni a otros recursos tradicionales como los libros de texto o las manualidades- pero sí amplifican su capacidad de enseñar, fomentando una adaptación a los ritmos y motivaciones de cada estudiante.
En definitiva, la puerta a un modelo de aprendizaje personalizado, donde la tecnología se pone al servicio de la equidad, el acceso y el desarrollo del potencial de cada persona.